domingo, 19 de abril de 2009

Dios de dioses

Jn. 10: 33-39.

“No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino por una blasfemia y porque tú, siendo hombre, te haces a ti mismo Dios. Jesús les respondió: “¿No está escrito en vuestra Ley: Yo he dicho: dioses sois? Si llama dioses a aquellos a quienes se dirigió la palabra de Dios -y no puede fallar la Escritura- a aquel a quien el Padre ha santificado y enviado al mundo, ¿cómo le decís que blasfema por haber dicho: “Yo soy Hijo de Dios”? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis; pero si las hago, aunque a mí no me creáis, creed por las obras, y así sabréis y conoceréis que el Padre está en mí y yo en el Padre” Querían de nuevo prenderle, pero se les escapó de las manos”.


Aquí Cristo utiliza en un sentido diferente al de los Salmos dicha expresión. Pretende eludir la acusación de los judíos hablando de una misteriosa condición de todo aquél a quien se dirigió la palabra de Dios. Ya no se refiere a príncipes o gobernantes, sino que apelando a la theohumanidad de todo hombre a quien se ha dirigido la palabra de Dios, de todo hijo del Altísimo, evita la acusación de los judíos. Después Jesús finaliza especificando la clase de Hijo que es él, en relación con la clase de hijos que son los demás, sugiriendo que su tipo de filiación va más allá incluso de la de los hijos del Altísimo, pues Él acaba asegurando que el Padre está en Jesús y Jesús en el Padre ( por ello se irritan y algunos le quieren prender).

“Yo había dicho: Vosotros sois Dioses, todos vosotros, hijos del Altísimo”. En el AT, Salmo 82, por ejemplo, no advertimos del todo un tono irónico para llamar dioses a príncipes y poderosos, como señalan algunos protestantes, pero aun en ese caso, el salmista primero toma cuidado en mencionar que son hijos del Altísimo. Luego especifica diciendo “todos vosotros”. De esta manera observamos una relación directa entre el concepto de ser hijo del Altísimo, y cierta condición divina relativa a ellos debida a ese estatus. Ni ser hijos del Altísimo, por tanto dioses, les va a librar del infortunio, es el mensaje de advertencia que el salmista les da.

No obstante, debe quedarnos claro que, tanto en el evangelio joánico como en el Salmo, toda afirmación relativa a cierta condición divina de los hijos del Altísimo va precedida siempre de la tajante afirmación de Yahvé: “Yo he dicho” , la cual señala la autoría que legitima todo ello.

La opinión de los santos mártires y apologístas, que sufrieron tormento y dieron su vida antes que retractarse de la verdad que poseían, también arroja luz sobre esta cuestión: murieron por esta Verdad.

En el prefacio del Libro V de Contra las Herejías, el Santo Doctor y Mártir Ireneo de Lyon habla de «Jesucristo que, a causa de su amor superabundante, se convirtió en lo que nosotros somos para hacer de nosotros lo que él es».

San Gregorio Nacianceno desarrolla otro aspecto: “En mi condición de tierra, estoy ligado a la vida de aquí abajo, pero por ser también una parcela divina, llevo en mi seno es deseo de la vida futura”. Así “ser a imagen” significa el carismatismo inicial, la imagen lleva consigo la presencia indestructible de la gracia inherente a la naturaleza humana, implicada en el mismo acto de la creación. “El rayo de la invisible divinidad”, infundido en el alma, la predispone a la participación del Ser divino. El hombre no está sólo ordenado moralmente, regulado por un decreto sobre lo divino, sino que es del “génos”, de la raza divina; como dijo san Pablo: “Somos linaje de Dios” (Act 17, 29) y san Gregorio de Nisa: “El hombre está emparentado con Dios”, la imagen predestina al hombre a la theosis.

San Andrés de Creta la define en su célebre Canon: el hombre se hace ídolo de sí mismo; pero la misma penetración en las profundidades les da un conocimiento inmediato totalmente nuevo, ven la nueva criatura revestida toda ella de la forma divina. “Llevo los estigmas de mis iniquidades, pero soy a imagen de tu gloria inefable”.

La obra doctrinal más famosa del santo obispo de Alejandría San Atanasio (apodado campeón de la ortodoxia) es el tratado Sobre la encarnación del Verbo, el Logos divino que se hizo carne, llegando a ser como nosotros, por nuestra salvación. En esta obra, san Atanasio afirma, con una frase que se ha hecho justamente célebre, que el Verbo de Dios “se hizo hombre para que nosotros llegáramos a ser Dios; se hizo visible corporalmente para que nosotros tuviéramos una idea del Padre invisible, y soportó la violencia de los hombres para que nosotros heredáramos la incorruptibilidad” (54, 3). Con su resurrección, el Señor destruyó la muerte como si fuera “paja en el fuego” (8, 4). La idea fundamental de toda la lucha teológica de san Atanasio era precisamente la de que Dios es accesible. No es un Dios secundario, es el verdadero Dios, y a través de nuestra comunión con Cristo nosotros podemos unirnos realmente a Dios. Él se ha hecho realmente “Dios con nosotros”.

En el siglo XX, el teólogo ortodoxo ruso Pavel Evdokimov señala: “Como muy bien dice san Gregorio de Nisa, el hombre es “una ordenación musical, un himno, maravillosamente compuesto, a la fuerza todopoderosa”. Por encima de la curva del pecado, el primer destino pesa sobre el destino histórico del hombre y lo define en los términos de san Basilio: “El hombre es una criatura que ha recibido la orden de hacerse Dios. “Recorriendo el campo inmenso del pensamiento patrístico, inmensamente rico y matizado, se tiene la impresión de que evita toda sistematización a fin de salvaguardar su agilidad asombrosa. Sin embargo, permite sacar algunas conclusiones fundamentales. Ante todo, es menester descartar toda concepción sustancialista de la imagen. Ésta no está depositada en nosotros como una parte de nuestro ser, sino que la totalidad del ser humano ha sido creada, esculpida “a imagen”. La expresión primera de la imagen consiste en la estructura jerárquica del “hombre”, con la vida espiritual en su centro. Esta primacía de la vida del espíritu, su carácter central, condiciona la aspiración fundamental a lo espiritual, a lo absoluto. Es la posición dinámica de todo nuestro ser hacia su Arquetipo divino (Orígenes); es la aspiración irresistible de nuestro espíritu a Dios (san Basilio); es el Eros divino (san Gregorio Palamas). En una palabra: es la sed inextinguible, la densidad del deseo de Dios, como admirablemente lo expresa sa Gregorio Nacianceno: “Por tí, vivo, hablo y canto. “En resumen, cada facultad del espíritu humano releja la imagen, pero ésta es esencialmente el todo humano centrado en lo espiritual, lo propio del cual es superarse para arrojarse en el océano infinito de la divinidad y para encontrar en él el apaciguamiento de su nostalgia. Es la tensión del icono hacia su original, de la imagen hacia su arché. “Por medio de la imagen”, dice san Macario de Egipto, “la Verdad lanza al hombre en su seguimiento”. En nuestro deseo de Dios descubrimos ya su presencia porque “l vida divina es un amor siempre operante” y “hallar a Dios consiste en buscarlo sin cesar”.

Vladimir Lossky, por su parte, advierte que a diferencia de Occidente, Dios no se considra sólo sustancia, sino tambien “energias increadas” (columna vertebral de la ortodoxia). Lossky advierte que la unión a la que estamos llamados, no es una unión hipostática, como la de la naturaleza humana de Cristo, ni es tampoco una unidad esencial, como la de las tres divinas Personas. Es la unión con Dios en sus energías, es decir, la unión por medio de la gracia, que nos confiere participación en la naturaleza divina, sin que por ello nuestra esencia se convierta en la esencia de Dios. En la deificación, el hombre posee por la gracia, es decir, en las energías divinas, todo lo que Dios posee por naturaleza, exceptuada la identidad de naturaleza, dice san Máximo el Confesor. El hombre sigue siendo criatura, aunque por la gracia se convierte en dios, de la misma manera que Cristo siguió siendo Dios, cuando se hizo hombre.

Aunque, en realidad, basta con leer Juan 10 para darse cuenta de que Jesús elude las acusaciones apelando a una misteriosa condición divina de todos los hijos del Altísimo. La sangre de los mártires tan sólo refuerza algo que es observable a simple vista en el texto joánico.

Resumiendo, va dirigido a todos los hombres que escuchan la Palabra. Dios de Dioses significa que Dios sólo se une a dioses. “Está escrito que Dioses sois” le dice Jesús en el evangelio joánico a los que le estaban escuchando. La iglesia ortodoxa cree en la theohumanidad. Dios se hizo hombre para que el hombre se hiciera Dios (San Atanasio, Clemente alejandrino, etc…). Divinizados por participación, pues somos a imago Dei, es decir, divinizables (quien lo desee, claro, Dios no obliga). Según la iglesia ortodoxa, la misión del hombre es la theosis, divinización por la Gracia de Dios. Es nuestro destino. Jesús es theohumano, y nos comunicará su theohumanidad, porque sino no podríamos ser eternos. Para ser eterno no se puede ser un primate, sino theohumano. El hombre ha perdido la semejanza (capacidad de obrar conforme a Dios) pero el ser a imagen de Dios es indestructible. Ser a imagen implica ser susceptible de tehosis. Es una metamorfosis tras esta vida, pues al morir dejaremos de ser como somos ahora. La Encarnación de Cristo pierde su sentido si no admitimos que Dios se hizo hombre, para que el hombre se haga dios por participación (no por sí mismo). Sino no hubiera dicho “dioses sois”. Las divinas energías increadas operan dicha divinización por participación (“por participación”en las energías, no “participación en la substancia de Dios”, algo imposible al hombre).

En en Reino divino, “todo será divino”. El hombre también, porque todo lo que hay allí lo es y debe serlo. En esta tierra nos estamos curando, hay sanación progresiva, en la iglesia ortodoxa. Tras esta tierra, se sigue sanando si se tercia. Con la finalidad de estar aptos para Dios, sanos, y Él nos comunique su divinidad para poder entrar en el Cielo. Todo estará transfigurado (como en el monte Tabor), todo será divinizado, todas las cosas sin excepción recapitularán en Dios al Octavo Día. Jesús muestra en el monte Tabor su “theandría” transfigurándose frente a los tre discípulos que le acompañaban. Es en realidad el aspecto que tenderemos en nuestro futuro theohumano: “taborizados” de esa manera quedaremos todos. En la Biblia, como veis, se ha descrito hasta como seremos después. Vestidos con lino blanco (un color más blanco incluso que el blanco). Es el color de la theohumanidad, tras la sanación que nos ofrece Cristo en la Iglesia ortodoxa. Hoy esa “divinización por participación” que nos aguarda está en forma de semilla, de potencialidad. Pero el Octavo Día la semilla dará paso al fruto maduro.

Porque dioses sois.

viernes, 23 de enero de 2009

¿Es real la realidad?

Nietzsche deja al hombre sin Dios (nada nuevo, ya lo hizo Feüerbach) “pero” también sin su sustituto, la Razón humana (esto ya es más novedoso). Deja todo patas arriba, pendiente de solución. Y eso es bueno, pues cuando el ser humano se da cuenta de que (por sus limitaciones) no da ni puede dar con dicha solución,se abre la vía para que hable Dios (no ya el hombre)… y la solución llega a pesar de las insuficiencias humanas.

Veo el nietzscheanismo como un paso a menudo necesario para hacer un “borrado” de materialismos y humanismos, que deja al hombre a un sólo peldaño de la salvación. Para mí, lo que ha degradado al mundo y le ha dejado falto de conciencia…es el materialismo, el anthropocentrismo, no el nietzscheanismo, por ejemplo.Al contrario, tras un ataque furibundo de Feuerbach y otros a la religión, bajo un clima positivista,el anthropos había sustituido a Dios para dar explicación a todo. La razón ilustrada sustituía al Dios tradicional… y Dios no era ya “posible”. Al llevar las sospechas positivistas a su extremo, Nietzsche no sólo cuestiona a Dios, sino también a su fatídico sustituto, la razón primate. Y deja al hombre sin nada… frente a un abismo que sólo podría contestar un Dios (entonces es cuando algunos se comienzan a preguntar si existió precipitación en el momento en que se “deconstruyó” bajo garra positivista la idea de Dios.

Los que se apresuraban a destruir la religión en nombre de la ciencia reciben una lección divina: el anthropo, horizontalmente, no puede darse el Ser, nombrarse, no sabe ni puede saber qué o quién es en realidad, sino sólo en apariencia… Si se había venido abajo el aval del conocimiento vertical, que proviene de Dios y llega al hombre, Nietzsche demuestra que el aval racionalista “horizontal (desde el hombre y para el hombre) también cae por su propio peso, pues el anthropos no puede explicarse a sí mismo a nivelontológico. Mientras confiaban en la ciencia, los hombres de bata blanca arqueaban sus cejas cuando oian la palabra Dios, y mesaban sus barbas con cara de prepotencia. Así, desde luego, no iban a regresar a Dios (por eso diré que el filósofo alemán no es responsable del relativismo, y que no es su producto sino que el autor tan sólo describe lo que impera en su época). En la posmodernidad, vaticinada en su día por Nietzsche, el hombre blanco de bata blanca está desconcertado, su euforia pasada ahora es débil, y la idea de Dios podría llegar a renacer en él.O eso, o la nada…

Hay que demoler el Occidente positivista de bata blanca… si queremos regresar a Dios, y por tanto, al hombre. Proclamar que se ha destruido al sustituto, la razón humana, y que ya sólo queda Dios (o nada, insisto). Perderse en el desierto, pero no para desfallecer en él, sino para responder a la llamada de Dios. Reencantar el mundo, o sucumbir bajo el noumen. Desaprender reduccionismos(gracias a Nietzsche y otros) y dejar que sople el Espíritu. Hay razón horizontal, la humana, hay razón vertical, divina, juntas forman una cruz, y el anthropos debe situarse en la intersección, no debe caminar solo (pues no llegaría a ningún lugar).

Amén significa para los cristianos “punto de apoyo inquebrantable”, y no valen sustitutos horizontales. En la horizontalidad sólo queda noumen (están sin asidero, y no valen autoengaños). La realidad sólo es captada por la voluntad. Pero yo añadiría que sólo hay una manera de captar la realidad (y no mero noumen) y es cuando la voluntad del hombre coincide con la de Dios. Y la voluntad del hombre no coincide con la de Dios por vía del entendimiento humano, sino que es la mística la que aprehende toda la Verdad en su plenitud.

Bajo mi parecer (y según mi “experiencia”), Nietzsche acierta en primar la “voluntad”, para él, verdad equivale a voluntad, pero le falta añadir que se trata de la voluntad del hombre sumada libremente a la de Dios. Evidentemente, la mía es una interpretación cristiana de algunas ideas centrales de Nietzsche…Y es “cristiana” porque le da la gana a Dios, porque me da la gana a mí (por tener experiencia de ello), y en el fondo, tampoco Nietzsche puede oponerse a que esa sea mi interpretación.